Con el volumen a todo del televisor y a punta de machete abusó de su hija durante 8 años
"No recuerdo cuántas veces lo hizo porque fueron tantas. Por temporadas me violaba todos los días", parte del crudo relato de la víctima. El Tribunal Penal 1 condenó al acusado a 18 años de prisión. Los ultrajes se cometieron en el hogar del barrio Norte de Garupá.
Imagen ilustrativa
La historia de dolor y sometimiento dejó perplejos hasta a los camaristas Eduardo Ernesto D’Orsaneo, Gregorio Augusto Busse y Ángel Dejesús Cardozo, quienes lo juzgaron el jueves 4 y viernes 5 de julio pasados en la sala de debates del Tribunal Penal 1 de esta capital.
El caso fue denunciado a la Justicia luego de que una mujer del barrio Norte de Garupá llamó a la madre de la víctima luego de que la tía escuchó y vio llorar en pleno acto de violación y con su progenitor de 38 años como protagonista. Habían pasado poco minutos de las 21 del domingo 7 de febrero de 2016.
La primera comparsa del carnaval de Garupá arrancaba alegría en los vecinos, salvo en la adolescente de 16 años que fue encerrada por su padre en la precaria vivienda, con el televisor emitiendo fuerte sonidos y obligada a desnudarse y acostarse en la cama matrimonial por las amenazas de muerte que su padre profería y el machete que lo transformaba en impune.
El llamado que puso fin a los abusos
El llamado que puso fin a los abusos lo realizó la abuela de la adolescente, quien escuchó los sollozos y súplicas de su nieta. Logró que su hija retornara rápidamente con los demás menores y hallara a la víctima en llanto desconsolado y al padre gritos: “Es mentira, tu mamá habla pavadas”.
El valor de la abuela fue superior: “Yo te vi, no mientas”. Y todo lo que su memoria conservó, lo volcó junto a su hija en la correspondiente denuncia ante la Comisaría de la Mujer de la Unidad Regional X y posterior instrucción de la causa ante el juez Carlos Giménez y solicitud de elevación a debate de la fiscal Patricia Clérici.
Otra tía también fue testigo, oficial de policía. Estaba de franco y fue alertada de lo que ocurría en la vivienda del barrio Norte. Llegó rápidamente y se acercó a la vivienda donde escuchaba llorar a la menor y observó al padre acostado en la cama dormido. “Sol abrí la puerta, soy la tía”.
Fueron las palabras de salvación para la adolescente inmovilizada de miedo y llanto. Se levantó, quitó un candado y fue rescatada. Aunque el ruido del correr de la cadena de la puerta despertó al victimario.
La menor se sujetó a la tía y no escuchó más a su padre. Cuando se sumaron más policías, se quebró la adolescente: “Es cierto tía, me viola desde que tengo ocho años, me tapaba la boca para que no gritara y la abuela escuchara (…) Me decía siempre que era propiedad suya: ‘Sos mía y de nadie más’. Y no me dejaba salir, escapar”.
Cámara Gesell
El relato se amplió en Cámara Gesell e incluyó las ocasiones en que ella le pidió a su padre que soltara a su hermana de 11 años y que la violara a ella, para que la más chica no sufriera el mismo terror.
El llamado que puso fin a los abusos lo realizó la abuela de la adolescente, quien escuchó los sollozos y súplicas de su nieta. Logró que su hija retornara rápidamente con los demás menores y hallara a la víctima en llanto desconsolado y al padre gritos: “Es mentira, tu mamá habla pavadas”.
El valor de la abuela fue superior: “Yo te vi, no mientas”. Y todo lo que su memoria conservó, lo volcó junto a su hija en la correspondiente denuncia ante la Comisaría de la Mujer de la Unidad Regional X y posterior instrucción de la causa ante el juez Carlos Giménez y solicitud de elevación a debate de la fiscal Patricia Clérici.
Otra tía también fue testigo, oficial de policía. Estaba de franco y fue alertada de lo que ocurría en la vivienda del barrio Norte. Llegó rápidamente y se acercó a la vivienda donde escuchaba llorar a la menor y observó al padre acostado en la cama dormido. “Sol abrí la puerta, soy la tía”.
Fueron las palabras de salvación para la adolescente inmovilizada de miedo y llanto. Se levantó, quitó un candado y fue rescatada. Aunque el ruido del correr de la cadena de la puerta despertó al victimario.
La menor se sujetó a la tía y no escuchó más a su padre. Cuando se sumaron más policías, se quebró la adolescente: “Es cierto tía, me viola desde que tengo ocho años, me tapaba la boca para que no gritara y la abuela escuchara (…) Me decía siempre que era propiedad suya: ‘Sos mía y de nadie más’. Y no me dejaba salir, escapar”.
Cámara Gesell
El relato se amplió en Cámara Gesell e incluyó las ocasiones en que ella le pidió a su padre que soltara a su hermana de 11 años y que la violara a ella, para que la más chica no sufriera el mismo terror.
Que el domingo 7 de febrero de 2016 no la dejó ir a disfrutar del carnaval con su madre con el pretexto de la penitencia por no haber pasado de año en la escuela secundaria.
También fue tajante: “No recuerdo cuántas veces lo hizo porque fueron tantas. Cuando mamá se iba a trabajar, por temporadas me violaba todos los días y me mandaba a lavar para que no quede embrazada, me decía”.
El testimonio de la menor de las víctimas también fue coincidente en Cámara Gesell.
El Tribunal Penal 1 condenó al acusado a 18 años de prisión. Los ultrajes se cometieron en el hogar del barrio Norte de Garupá.
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