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sábado, 8 de junio de 2019

¿Quiere saber si su hijo es adicto a los videojuegos?



¿Quiere saber si su hijo es adicto a los videojuegos?

La Organización Mundial de la Salud ha incluido este trastorno en su lista de enfermedades. Consiste en algo más que jugar horas y horas delante de una pantalla. He aquí cómo detectar este problema y lo que se puede hacer al respecto. Por Joanne Orlando





Si su hijo dedica horas a jugar con videojuegos es probable que le inquiete que pueda llegar a desarrollar una adicción. La Clasificación Internacional de Enfermedades que elabora la Organización Mundial de la Salud ha incluido recientemente la adicción a los videojuegos entre las enfermedades reconocidas, aunque la CIE no será aprobada hasta el año 2022.


Si le genera inquietud que el pequeño de la casa no se separe del ordenador, este clasificación le ayudará a identificar si tiene un problema y si precisa ayuda de un profesional.


Aunque la adicción a los videojuegos no solo se desarrolla en niños: los jugadores pueden experimentar dependencia a cualquier edad. El trastorno no se define por jugar demasiado o por las horas empleadas delante de la pantalla, sino que puede ser diagnosticado cuando la actividad recreativa interfiere con la rutina de la persona.


Para que ese diagnóstico tenga lugar, el sujeto debe presentar los siguientes tres síntomas durante al menos 12 meses:



– Pérdida de control al jugar a un videojuego.


– Priorizar los videojuegos hasta el punto de dejar de lado otros intereses y actividades.


– Continuar jugando a pesar de los efectos negativos que dicha actividad produce en los ámbitos laboral, escolar y familiar, así como en la salud, la higiene, la economía y en las relaciones sociales y sentimentales.


La clasificación realizada por la OMS se centra solo en los videojuegos, por lo que no incluye otras prácticas como el uso excesivo de Internet, las apuestas online, las redes sociales o la dependencia de los smartphones. Sí que engloba los videojuegos en cualquier dispositivo, aunque la mayoría de las personas que desarrollan problemas de este tipo juegan sobre todo en red.



Una enfermedad a tener en cuenta


Aunque millones de niños y adultos dedican buena parte de su tiempo a los videojuegos, solo unos pocos cumplen los criterios establecidos por la OMS.


Como el resto de adicciones diagnosticables, la adicción a los videojuegos es una enfermedad mental grave que, según se estima, afecta a entre el 0,3 y el 1% de la comunidad gamer.


Aunque es un porcentaje pequeño no deja de ser una gran cantidad de personas. Una encuesta australiana que reunió una muestra aleatoria de 1.234 individuos de todas las edades reveló que alrededor del 67% de los participantes juegan con videojuegos, lo que significa que entre 5.000 y 16.000 australianos podrían llegar a sufrir una adicción.

No todo el mundo reconoce que sea una enfermedad


Aunque la clasificación presenta este trastorno como un hecho, lo cierto es que se ha generado cierto debate en torno a la decisión de considerarlo una adicción. La Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) no se muestra convencida por dos motivos:


– El primero es que su uso como actividad recreativa suele ir acompañado de otros factores, como la soledad o las enfermedades relacionadas con la salud mental, como la ansiedad y la depresión. La APA considera que los problemas generados por los videojuegos pueden ser un síntoma de dichos trastornos y no una enfermedad por sí misma.


– La segunda razón que alega la APA es la falta de investigación y de pruebas concluyentes que sustenten la idea de la adicción provocada por los videojuegos.


Otros expertos, por su parte, se han sumado al debate al poner sobre la mesa que la clasificación no es más que una respuesta a la preocupación y el miedo de la sociedad hacia los videojuegos.

Cómo se debería tratar la adicción a los videojuegos


Una de las consecuencias que ha provocado la clasificación del problema generado por los videojuegos como una adicción es que ha abierto el camino a su consideración por parte de los profesionales sanitarios.


Sin embargo, al igual que la propia lista, los planes de tratamiento basados en investigaciones profundas aún se encuentran en una etapa embrionaria.


Una encuesta en la que participaron psiquiatras de Australia y Nueva Zelanda desveló que tan solo el 16,3% se atrevía a tratar la enfermedad.



¿Qué podemos esperar del tratamiento médico?


Existen dos formas habituales de tratamiento, una focalizada en entender la situación del paciente y otra orientada al aprendizaje de nuevos comportamientos.


A menudo los tratamientos incluyen terapias con un experto en adicciones. Las sesiones pueden ser individuales, grupales o familiares, y cada una utiliza dinámicas que emplean enfoques distintos.


Por ejemplo, la terapia con familias explora y sitúa el foco en los posibles problemas familiares que pueden contribuir a la adicción de una persona.


El segundo tratamiento es la terapia cognitivo-conductual (TCC), que suele desarrollarse de forma paralela a las sesiones con un consultor en salud mental. La TCC se basa en la premisa de que los pensamientos de una persona determinan sus sentimientos. Se utiliza para tratar numerosos trastornos psiquiátricos, entre los que se encuentran los abusos de sustancias, la depresión y la ansiedad. El objetivo de la terapia cognitivo-conductual es proveer al paciente de diferentes herramientas para pensar, comportarse y responder de manera adecuada ante situaciones estresantes.


Otros tratamientos médicos que están demostrando ser efectivos incluyen un uso terapéutico del arte y del ejercicio físico. En cuanto a la medicación, se están desarrollando diferentes estudios para lograr dar con la tecla.


Los planes de tratamiento son diseñados en base a las necesidades de cada sujeto: pueden estar compuestos por sesiones de terapia cognitivo-conductual a las que se podrían añadir sesiones de terapia individual y familiar, por ejemplo.


El procedimiento es personalizado teniendo en cuenta aspectos como la edad del paciente, sus creencias religiosas, su posición profesional o cualquier otro factor que pueda influir en el proceso.


En este punto, ningún tratamiento puede asegurar un éxito total y absoluto, lo cual evidencia la necesidad de proseguir con las investigaciones acerca del tema.

Consejos para controlar cómo juega su hijo


Aunque la mayoría de gamers no serán diagnosticados de adicción a los videojuegos, los hábitos lúdicos de los niños pueden generar intranquilidad en los padres, que pueden mostrarse preocupados por el tiempo que el pequeño pasa jugando, por la resistencia que ofrece cada vez que se le pide que guarde la partida o por la perspectiva de que los videojuegos le induzcan a llevar un estilo de vida perjudicial o inestable.


Aquí le ofrecemos algunos consejos para fomentar un ocio más sano en los niños sin la necesidad de que dejen de jugar:


– Incentive la realización de deporte y de actividad física, que incrementan los niveles de serotonina en sangre y producen un efecto positivo en el estado de ánimo a la vez que reducen los síntomas de los problemas generados por los videojuegos.


– Hable con su hijo sobre qué es lo que más disfruta cuando se sitúa frente a la pantalla y por qué quiere jugar con tanta asiduidad. Su respuesta le ayudará a identificar si existen otros problemas de los que busca evadirse con los videojuegos.


– Cuando le pida a su hijo que deje de jugar, intente que su rutina se vea sustituida por otra actividad, como una salida en familia o la cena, las cuales actuarán como razones para abandonar la partida.


Al pedirle que deje de jugar, déjele un tiempo prudencial para que acate su orden. Eso evitará que se frustre por tener que dejar el juego en mitad de alguna misión, lo que puede generar discusiones. Pregúntele cuánto le queda para terminar y asegúrese de que se retira al terminar la partida.


Al ser una parte tan importante de las vidas de los más jóvenes, se torna fundamental educar desde una edad temprana acerca del correcto uso de los videojuegos. Para ello, es vital incluir el tema, así como la utilización de cualquier tipo de tecnología, en las discusiones familiares si se pretende que la comunicación sea fluida para poder solucionar los problemas cuando aparecen.


Joanne Orlando
Researcher: Technology and Learning, Western Sydney University


Publicado originalmente en The Conversation.

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