Macron busca encabezar en el G20 la oposición a la embestida nacionalpopulista
El presidente de Francia llega a Buenos Aires como portavoz de la globalización, el libre comercio y la lucha contra el calentamiento global, todo lo que rechaza Trump
Y no deja de advertir sobre el riesgo de que la cumbre del G20 constituya un fracaso. El ambiente previo a la reunión de los principales dirigentes internacionales, viernes y sábado, se tensó un poco más con el anuncio, por parte de Trump, de que cancelaba su previsto encuentro con Vladimir Putin a causa de la grave fricción entre Rusia y Ucrania.
Macron dedicó la jornada previa a la apertura de la cumbre del G20 a mantener encuentros culturales, a reunirse afectuosamente con el presidente Mauricio Macri y a difundir su mensaje. El presidente francés insistió en que tanto Arabia Saudí como Turquía debían “llegar hasta el fondo” en las investigaciones sobre el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, en el que parece directamente implicado el príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salmán, presente en la cumbre.
Mohamed Bin Salmán permanece encerrado en la embajada saudí, convertida en un búnquer. Macron, en cambio, disfruta de un rotundo protagonismo antes de la cumbre y no deja de estrechar manos en la calle. Sin embargo, su llegada, el miércoles por la noche, fue infeliz. La vicepresidenta argentina, Gabriela Michetti, que debía recibirle a pie de escalerilla junto con el embajador de Francia, fue retenida por la policía en una dependencia del aeropuerto por supuestas razones de protocolo y seguridad, y Macron solo encontró a unos empleados con chalecos amarillos, la prenda que ahora simboliza en Francia la revuelta en su contra. Fueron las primeras personas a las que saludó Macron en su primera visita a Argentina. “Fue horrible, un fallo en el protocolo, pero el presidente francés se lo tomó a risa”, explicó Michetti, que no pudo correr hacia la pista (sufre paraplejia por un accidente) y llegó cuando Macron ya subía en un automóvil para dirigirse a su hotel.
Macron se desquitó al día siguiente. Acudió temprano a la librería Ateneo Grand Splendid, la más famosa de Buenos Aires, para charlar con la gerente y con varios clientes sobre literatura argentina. Luego acudió a la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y departió con su viuda, María Kodama. “Borges fue mi acceso al imaginario suramericano”, dijo, “es el hombre que llevó la sensibilidad argentina a la universalidad”. Desde allí se trasladó a la Plaza de Mayo, que recorrió a pie junto a su esposa entre una pequeña multitud, y entró en la Casa Rosada para mantener con Macri la primera reunión bilateral de la cumbre, seguida de un almuerzo en una isla del delta de Tigre.
En una entrevista con el diario La Nación, Macron había anunciado ya su propósito de utilizar la cumbre del G20 para aglutinar a “aquellos que no solo quieren preservar el acuerdo de París [sobre el clima], sino ir más allá” y advirtió sobre el riesgo de una guerra comercial abierta entre Estados Unidos y China que sería “destructiva para todos”. “Si no conseguimos acuerdos concretos, nuestras reuniones internacionales se vuelven inútiles e incluso contraproducentes”, dijo. Esa sigue siendo una posibilidad en esta cumbre, cuyo éxito o fracaso se decidirá realmente en el último minuto, durante la cena que tienen previsto mantener el sábado los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de China, Xi Jinping. Ambos llevan meses infligiéndose mutuamente severas sanciones comerciales.
Tras el encuentro de Macri y Macron, abundante en gestos de cordialidad, ambos presidentes ofrecieron una breve conferencia de prensa en la que el argentino subrayó la necesidad de alcanzar por fin un acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur, tras dos décadas de negociaciones, y el francés lo descartó por el momento. Señaló que le parecía imposible avanzar ahora a causa del cambio político en Brasil, que durante los próximos años presidirá el ultraderechista Jair Bolsonaro. Y recurrió a un argumento que vale también para sus discusiones con Trump, con quien, dijo, mantiene “una relación fácil, con acuerdos y desacuerdos”: “Yo no puedo pedir a mis empresarios y mis trabajadores que hagan sacrificios en nombre de la transición energética y la lucha contra el cambio climático, y a la vez firmar tratados comerciales con países que no piensan hacer el más mínimo esfuerzo en ese ámbito”. Es lo que Macron llama “compaginar los problemas del fin del mundo con los problemas del fin de mes”
Emmanuel Macron se propone como alternativa. En Buenos Aires intenta convertirse en líder mundial de los partidarios de la globalización, del libre comercio, del liberalismo y, sobre todo, de la lucha contra el calentamiento climático, todo lo que rechaza Donald Trump.
Y no deja de advertir sobre el riesgo de que la cumbre del G20 constituya un fracaso. El ambiente previo a la reunión de los principales dirigentes internacionales, viernes y sábado, se tensó un poco más con el anuncio, por parte de Trump, de que cancelaba su previsto encuentro con Vladimir Putin a causa de la grave fricción entre Rusia y Ucrania.
Macron dedicó la jornada previa a la apertura de la cumbre del G20 a mantener encuentros culturales, a reunirse afectuosamente con el presidente Mauricio Macri y a difundir su mensaje. El presidente francés insistió en que tanto Arabia Saudí como Turquía debían “llegar hasta el fondo” en las investigaciones sobre el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, en el que parece directamente implicado el príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salmán, presente en la cumbre.
Mohamed Bin Salmán permanece encerrado en la embajada saudí, convertida en un búnquer. Macron, en cambio, disfruta de un rotundo protagonismo antes de la cumbre y no deja de estrechar manos en la calle. Sin embargo, su llegada, el miércoles por la noche, fue infeliz. La vicepresidenta argentina, Gabriela Michetti, que debía recibirle a pie de escalerilla junto con el embajador de Francia, fue retenida por la policía en una dependencia del aeropuerto por supuestas razones de protocolo y seguridad, y Macron solo encontró a unos empleados con chalecos amarillos, la prenda que ahora simboliza en Francia la revuelta en su contra. Fueron las primeras personas a las que saludó Macron en su primera visita a Argentina. “Fue horrible, un fallo en el protocolo, pero el presidente francés se lo tomó a risa”, explicó Michetti, que no pudo correr hacia la pista (sufre paraplejia por un accidente) y llegó cuando Macron ya subía en un automóvil para dirigirse a su hotel.
Macron se desquitó al día siguiente. Acudió temprano a la librería Ateneo Grand Splendid, la más famosa de Buenos Aires, para charlar con la gerente y con varios clientes sobre literatura argentina. Luego acudió a la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y departió con su viuda, María Kodama. “Borges fue mi acceso al imaginario suramericano”, dijo, “es el hombre que llevó la sensibilidad argentina a la universalidad”. Desde allí se trasladó a la Plaza de Mayo, que recorrió a pie junto a su esposa entre una pequeña multitud, y entró en la Casa Rosada para mantener con Macri la primera reunión bilateral de la cumbre, seguida de un almuerzo en una isla del delta de Tigre.
En una entrevista con el diario La Nación, Macron había anunciado ya su propósito de utilizar la cumbre del G20 para aglutinar a “aquellos que no solo quieren preservar el acuerdo de París [sobre el clima], sino ir más allá” y advirtió sobre el riesgo de una guerra comercial abierta entre Estados Unidos y China que sería “destructiva para todos”. “Si no conseguimos acuerdos concretos, nuestras reuniones internacionales se vuelven inútiles e incluso contraproducentes”, dijo. Esa sigue siendo una posibilidad en esta cumbre, cuyo éxito o fracaso se decidirá realmente en el último minuto, durante la cena que tienen previsto mantener el sábado los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de China, Xi Jinping. Ambos llevan meses infligiéndose mutuamente severas sanciones comerciales.
Tras el encuentro de Macri y Macron, abundante en gestos de cordialidad, ambos presidentes ofrecieron una breve conferencia de prensa en la que el argentino subrayó la necesidad de alcanzar por fin un acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur, tras dos décadas de negociaciones, y el francés lo descartó por el momento. Señaló que le parecía imposible avanzar ahora a causa del cambio político en Brasil, que durante los próximos años presidirá el ultraderechista Jair Bolsonaro. Y recurrió a un argumento que vale también para sus discusiones con Trump, con quien, dijo, mantiene “una relación fácil, con acuerdos y desacuerdos”: “Yo no puedo pedir a mis empresarios y mis trabajadores que hagan sacrificios en nombre de la transición energética y la lucha contra el cambio climático, y a la vez firmar tratados comerciales con países que no piensan hacer el más mínimo esfuerzo en ese ámbito”. Es lo que Macron llama “compaginar los problemas del fin del mundo con los problemas del fin de mes”
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